Estudié la vocacional en el turno vespertino,
con alrededor de 16 años y convivía con personas más grandes, conocí gente de 20
y hasta de 23 años que iban en el mismo salón que yo. Uno de ellos era el típico
fumador que no se ha terminado el cigarro que tiene cuando ya esta prendiendo
el otro, seguro que todos conocen a alguien así. A este compa le decíamos el
camello por dos razones, la primera porque estaba muy flaco y se le notaba
muchísimo la joroba; la segunda porque sólo fumaba cigarros marca camel. En aquellos años,
no había ningún problema por fumar dentro del salón de clases, ya se imaginarán
lo que fumaba este amigo, mínimo una cajetilla diaria
El camello es, en parte, responsable de que yo
entrara a ese mundo de fumadores, recuerdo que a cada descanso entre clases
nos juntábamos a platicar de cualquier cosa, él sacaba su cajetilla y nos
ofrecía a todos, algunos le aceptaban y otros no. Diario era costumbre verlo disfrutar de
su cigarro, hacer “donitas” con el
humo y demás trucos que son básicos para los fumadores. Un buen día, se me ocurrió
pedirle un cigarro, me lo dio sin decir nada y nos pusimos a fumar, ahí empezó
todo.
Al principio, debo confesar, que no le veía gran
cosa a eso de fumar, pero yo pensaba que me veía mas “cool” con un cigarro, por suerte, nunca me gustó tanto al nivel de
fumar más de 3 cigarros al día, de hecho, sólo era un fumador
social, fumaba en fiestas y entre semana, a veces me fumaba 1 o máximo 2
cigarros al día. Ya para los tiempos en que trabajaba, era básico para mí eso
de “después de un taco, un buen tabaco”
y así empecé a fumar al menos uno al día; cuando empecé a manejar, el pretexto
era el trafico, según yo calmaba mis nervios y desesperación por estar
manejando en el circuito interior, así aumente la dosis a dos cigarros al día.
En algunos momentos de mi vida, deje de fumar
por ratos, de repente dejaba un mes o dos, lo máximo que había dejado eran 6
meses pero siempre lo retomaba. El 31 de Diciembre del 2010 a eso de las 8
de la noche, estaba esperando el año nuevo en San Luis Potosí, sentado en el
jardín de casa de mis tíos pensando en algunas cosas, meditando y sobre todo
visualizando cosas que quería hacer en el nuevo año, la idea me llegó así de
repente, sólo pensé que el cigarro, que en realidad era un puro marca cohiba que me habían regalado, sería lo último que fumaría. Ya con el puro encendido, me puse a meditar en las ventajas y
desventajas de dejarlo; no pude encontrar una desventaja y sí encontré muchas
ventajas, así fue como lo decidí.
Los primeros días fueron fáciles porque estaba
con la familia y distraído, pero cuando regresé a trabajar, el primer día
terminando de comer, sentí que algo me faltaba, sentía la necesidad de fumar,
sin duda más que por la adicción, por la costumbre, fui a la tienda y compre un
cigarro y una paleta, me comí la paleta y el cigarro lo dejé en el auto, en la
noche que estaba en el tráfico, regresaron esas ansias, tomé el cigarro que
había comprado antes y me lo puse en los labios sin encenderlo, así llegue a
casa y guarde nuevamente el cigarro en el auto, este ritual, me acompañó las
primeras dos semanas.
La primera fiesta después de mi decisión, fue un
verdadero reto, casi no pude contener mis ganas de fumar, por suerte estaba muy
decidido y aguanté, ya para el segundo mes, se me había hecho una costumbre
decir “no” cada que me ofrecían un
cigarro, era casi por instinto y sin pensar la respuesta. Para el tercer mes,
esas ganas de fumar desaparecieron por completo. Para el sexto mes, ya me daba
asco estar cerca de alguien que estaba fumando. El pasado diciembre, cumplí dos
años sin fumar y les puedo asegurar que es algo que no retomaré en lo que me
resta de vida.
Si ustedes son de esos que se fuman más de 5
cigarros por día, seguro están pensando: “para
él fue fácil porque no fumaba tanto” o “mi
nivel de dependencia es mayor porque yo fumo más o he fumado por más tiempo”,
bueno, me voy a permitir contarles la historia de mi carnal El Güero, mi carnal
era de los de cajetilla (o más) por día, cuando salíamos de viaje, él se
compraba un paquete (si, de esos de 12 o más cajetillas) sólo para el viaje, él
era de esos que prenden su siguiente cigarro con el que aún se están fumando.
Un buen día, mi carnal decidió que ya no fumaría, “pues nada más” fue lo que me respondió cuando le pregunté el por
qué lo había dejado.
Cuando le pregunté cómo le había hecho, porque
no me parecía que fuera fácil dejarlo así como así y más con la cantidad que él
fumaba me dijo:
No hay más carnal,
tienes que dejarlo de un madrazo, nada de irle bajando de poco a poco, o de
tomar pastillas o tratamiento, eso no funciona, tienes que tomar la decisión y
de huevos dejarlo.
Hoy mi carnal lleva más de 5 o 6 años sin fumar.