Todos hemos tenido (espero) un lugar al que nos
gusta frecuentar muy seguido, cuando nanches estaba en sus tiempos de salir
todos los viernes, ese lugar se llamaba: Chez
la crepe.
No era un lugar diferente a muchos que existen
en la ciudad, el espacio era como un gran rectángulo, en donde los lados más
cortos ocupaban la entrada y el escenario, uno de los lados largos era la barra
y del otro lado había cuadros, espejos e infinidad de adornos alusivos al rock.
Las mesas que estaban más cerca al escenario eran pequeñas y cuadradas con
bancos para que te sentaras, las que estaban más atrás, eran mesas altas y
redondas para que pudieras ver bien al grupo que todos los viernes se
presentaba a tocar.
Gracias a unos amigos, conocí al dueño del
lugar, un señor muy divertido con el que te la podías pasar bien, él en todo
momento de la noche estaba al pendiente de sus clientes y de su trago que, vale
la pena aclarar, no soltaba. También conocía a casi todos los meseros que
trabajaban ahí y por supuesto, siempre elegía la misma zona del bar para pasar
la noche.
La magia de ese lugar eran las chelas, los
cartones estaban muy baratos y la cerveza no dejaba de correr en un buen rato,
el grupo que tocaba era muy bueno, tocaba rock en español y en ingles, fueron
los primeros que yo escuche en tocar covers de System of a Down, dildo (dld
para los chavos) y los siempre clásicos covers de la Lupita, la Castañeda, los Caifanes,
etc.
En aquellos años, trabajaba en el call center
de infinitum y conocí un grupo de buenos amigos, ya era casi por regla que
saliendo del trabajo a eso de las 9 o 10 de la noche, nos fuéramos a “las crepas”
así lo bautizamos nosotros, llegábamos a saludar al dueño, a los meseros de
siempre y a tomar nuestros acostumbrados lugares para prepararnos a beber y
cantar con el grupo.
Como en todo buen lugar, no faltaban los
concursos para ganarte las cubetas con chelas, una vez, nanches ya andaba a
medias tintas y el animador anunció el concurso, “el que se tome una cerveza
más rápido bajándose los pantalones se va a ganar una cubeta de cervezas“ claro
que me subí al escenario e hice justamente lo que pidieron, nunca escuche que
eso de bajarse los pantalones era broma así que fui el único que enseñó los
calzones, lo bueno es que desde hace mucho tiempo uso bóxers que es como tener
un short, en fin, no fui el más rápido pero como fui quien sí enseño el calzón,
me dieron una cubeta gratis y todos felices.
Los momentos cumbres de la noche llegaban
cuando el grupo tocaba cenit o transfusión de la Castañeda, puto de Molotov,
cualquiera de los Cadillacs, Toxicity o Chop suey de System of a Down, where is
my mind de Pixies, Dixie o lllorarás de dildo, Paquita disco o la versión rock
de Camelia la texana de la Lupita y cualquiera de Caifanes. Ah sólo de recordar
ya me dieron ganas de estar en un lugar como ese.
Pero debo confesar que siempre he tenido un
crush con el son del dolor de la Cuca, hay algo especial en esa rola que me
pone muy feliz al cantarla a todo pulmón, para mi ese era el momento cumbre. Hasta
la fecha, en la comida de fin de año (2012) de la oficina, que se convirtió en
peda, empezó a sonar el karaoke y sin pensarlo mucho me rife el son del dolor
para deleitar a los presentes.