Hace ya algunos años, dentro de mi grupo de amigos había unos compas
que trabajaban de meseros los fines de semana; cuando empecé a conocerlos, me
invitaban a ir con ellos a los eventos, fui un par de veces como “invitado”, me
dieron de comer, de beber, bailé y me divertí como si fuera familiar de los que
organizaron el evento, después de eso, no necesité más para querer ir con ellos
cada semana.
El trabajo es cansado, hay que llegar horas antes al salón para poner
mesas, sillas, manteles, cubre sillas, limpiar los platos, vasos, cubiertos… en
pocas palabras, dejar el salón bonito, impecable para cuando llegue la gente;
después de eso, tienes que estar al pendiente de las personas que hay en tu
mesa, sin mencionar la hora de la comida, levantar los trastes sucios, todo el
tiempo que te la pasas de pie, etc.
Pero créanme, ese ha sido uno de los trabajos en los que más me he
divertido en la vida, una de las cosas que siempre digo cuando llego a hablar
de esa etapa de mi vida es:
“Iba a la fiesta, bailaba, comía, bebía lo que quería, me divertía y
aparte de todo, me pagaban.”
De todos los eventos en los que participé, me tocó ver de todo, permítanme
comenzar con el más aburrido de todos: una boda cristiana. No es mi intención
ofender a nadie, pero para empezar, la boda fue en domingo a eso de las 11am,
en el salón no se escuchaba nada que no fuera música cristiana, nadie bailaba,
nadie reía, nadie platicaba con nadie y por espacio de 30 minutos nos sacaron
del lugar porque iban a orar o no sé qué carajos iban a hacer pero sólo
personas cristianas podían estar dentro…
Una vez nos tocó ir a una boda en una casa en Cuernavaca, fue un evento
maratónico de más de 12 horas de servicio, cuando empezamos a trabajar, los
invitados sólo tomaban vodka, brandy, ron, tequila o whiskey y en el patio
trasero de la casa, había una pared tapizada con cartones de cerveza, dos
lavadoras y 2 tinas improvisadas como hieleras y nadie las pelaba… (Pausa para
cara de incredulidad), aunque estábamos bajo la sombra, el calor se sentía muy fuerte
y poco nos esperamos para entrarle a las chelas. Para cuando el anfitrión fue a
decirnos que podíamos tomar cerveza si queríamos, ya habíamos acabado con 2 o 3
cartones, después de eso, el consumo ya fue descarado, horas antes de que
terminara el evento, uno de mis carnales ya estaba muy borracho para seguir
trabajando y lo tuvimos que dejar en el patio trasero para que la gente no se
diera cuenta.
En otro evento llegó uno de esos “nuevos ricos” que lo primero que me
dijo fue: ‘atiéndeme bien gallo, por cada vez que yo te pida que me sirvas vas
a perder dinero.’ Aparte de que era mi trabajo, el guey era de esos que caen
bien, entonces para todo era gallo esto, gallo lo otro, el vato hasta me mandó
a su camioneta por más alcohol, al final cuando se iba, se paró y me dijo: te
rifaste gallo toma y me dio 800 pesos pero nada como la satisfacción de un
trabajo bien hecho… Nah, el varo estuvo chingón.
La verdad es que fueron de los años más divertidos de mi vida, y lo que
son las cosas, resulta que alguna vez trabajé en un evento para la familia de
la que ahora es dueña de mi corazón.
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